El cielo está cubierto y cae una lluvia ligera. Las temperaturas, sin embargo, siguen siendo agradables. Observamos a los alumnos y les vemos alegres. Ya están haciendo planes para el fin de semana. Comentan lo que hicieron el día anterior con sus compañeros: unos vieron el partido con la familia, otros se dedicaron a la repostería, algunas compartieron consejos de belleza con sus compañeras, otros fueron a la parroquia.
La lluvia nos obliga a plantearnos un cambio de planes porque será difícil comer, como estaba previsto, en uno de los muchos y maravillosos parques londinenses. La visita a Buckingham Palace, sin parques, no parece tran atractiva a menos que consigamos una invitación para tomar el té con Queen Elizabeth II.
Una alumna que ya conoce Londres plantea su alternativa, coincidiendo los profesores: "Podemos ir a Harrods. Está cerca del Natural Science Museum."
Nos ponemos en marcha: minibús, tren y metro. Repartimos un mapa del London Tube y les planteamos el reto: ¿Qué lineas tomamos para llegar a South Kensington desde Waterloo? Empiezan a entenderlo. Es tan sencillo, que las respuestas, todas acertadas, se multiplican.
Durante el recorrido por el Museo, los chicos se distribuyen en grupos y, plano en mano, trazan su visita tras escuchar las orientaciones y consejos de los profesores. Les vemos en distintas secciones, curiosos, observadores, descubriendo animales, plantas, fósiles, minerales. Manipulando objetos en busca de información.
Comemos en el sótano del museo, al resguardo de la lluvia, en un área destinada a grupos.
Sigue lloviendo, pero no queremos parar y paseamos hasta Harrods con la incertidumbre de si permitirán entrar a 23 adolescentes. Lo consiguen y descubren un mundo de lujo al alcance de pocos. Algunos se atreven a comprar unos dulces, aceitunas, frutos secos y algún recuerdo para la familia: té y mermelada de naranja. Los profesores no sabemos si reir o llorar ante los disparatados precios de los artículos. El récord, una botella de vino francés de 224.000 libras!!
Encontrar la salida de los famosos grandes almacenes resultó ser mucho más complicado que dar con el centro del laberinto en Hampton Court. Varias alumnas se perdieron y dieron vueltas hasta llegar a la puerta indicada, 20 minutos más tarde de lo acordado. Este retraso nos obligó a descartar la posibilidad de montar en un autobús hasta Picadilly y nos conformamos con hacer otro viaje en metro para presentar un pequeño anticipo de la visita del lunes.
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